viernes, 25 de septiembre de 2009

Cuentos incompletos. Rodolfo Hinostroza. Lima, Lustraeditores, 2009. 277 pp.

Desde el título, Cuentos incompletos es una suculenta invitación que Rodolfo Hinostroza formula con ingeniosa desfachatez: desliza la promesa de un próximo volumen con más cuentos, pero también sugiere un homenaje a la obra abierta, a historias cuya conclusión depende de la experiencia literaria del lector, o del remate trunco como ambigua revelación tras un guiño enchapado con maestría en la frase final. Así, aparte de combinar con equilibro —y con buena estrella— un nada despreciable grupo de ficciones breves con un «sexteto» contundente de cuentos extensos, esta nueva entrega del poeta, gourmet y astrólogo sorprende tanto por su frescura narrativa como por atrapar al lector a partir de la insinuación reiterada y entrelíneas de que lo que se está leyendo ha ocurrido y que es, por tanto, un registro poco trucado de las vivencias del autor.

El libro, dividido en dos grandes apartados —Cuentos Casuales (veintiún relatos), y Cuentos de Extremo Occidente («El Señor de París» más el aludido «sexteto»), que fuera publicado en 2002 por la Serie Ficciones del Fondo Editorial de la PUCP—, separa también los textos breves de los extensos. Esta estructura nada gratuita —y hasta cabalística— propone una complejidad narrativa que va in crescendo. Dejando de lado la prolija factura y variedad temática de Cuentos Casuales, que por su número la sola enumeración de cada título resultaría atentatoria al propósito de este breve espacio, conviene centrar la atención en Cuentos de Extremo Occidente.

Sin duda, «El Benefactor» —con el que obtuvo en 1987 el Premio Internacional de Cuento «Juan Rulfo», otorgado por RFI— es el relato que descuella del conjunto: su vigencia es asombrosa, incluso parece haber añejado muy a su favor en estos veintitantos años, acentuando hasta el paroxismo los límites de la verdad literaria. Y casi en este nivel de virtuosismo están «El muro de Berlín» y «Las leyes del amor»… y quizá «Variante Pasamayo». Luego, «Memorándum» y más lejos «Las memorias de Drácula», que no obstante estar muy bien llevado, no consigue resolver con soltura esta versión socarrona del famoso vampiro rumano.

Quizás el manejo de la verosimilitud —obviamente en los textos de corte realista—, sea la mayor virtud de Cuentos incompletos. Pero, sin duda, la exquisita imaginación e intensidad expresiva constituyen los recursos mejor explotados por Hinostroza, un escritor todoterreno con un pulso creativo que no se desluce a pesar de abordar tan clásicamente todos los tipos de ficción que tolera —y permite— el difícil género cuento.

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