viernes, 27 de noviembre de 2009

Uno rojo. Andrea Cabel. Lima, Colección Underwood-Pontificia Universidad Católica del Perú, 2009. 22 pp.

Sin ánimo de caer en la tentación de definir con rigor teórico la reciente entrega de la poeta Andrea Cabel, Uno rojo, vale sostener sencillamente que se trataría de una obra que aporta con ímpetu a la casi invisible tradición peruana de la microficción. A partir de esto, resulta más sencillo enfrentar (y asumir) una propuesta «narrativa» que hace de lo inenarrable, lo tangencial y lo simbólico una poética bellamente sostenida y plena.

La fragmentada voz de Cabel fluye a través de siete textos (seis prosas y un híbrido poema-libreto) que van cimentando un carácter cada vez más sentido, que no es otra cosa que la superficie literaria idónea para la exploración verbal, bajo el peso metafórico de una realidad escindida e inabarcable. La autora no teme, pues, frasear sin herir con su verdad poética, ni rendirse ante la naturaleza alterada que pincela en su intención de fabular.

El personaje sugerido por Cabel está diluido en una historia regida por los grandes temas. Las reflexiones iniciales advierten del dolor no necesariamente físico de la puesta en escena que anuda, a manera de remate, una historia que resulta difícil —y contraproducente— clasificar de amor. Tan enigmática como el título, la conclusión es un vaivén de voces, un diálogo que aproxima lo leído a la versión definitiva de lo inasible, a través del color de las sombras, quizás el rojo, en una revelación que modifica la perspectiva del lector. Ese es también el color de la supervivencia, y el color de ser y estar vivo.

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